19/12/08

Ponía bombas en Londres y sabía que eso no llevaba a ningún lugar


Por Alfredo Urdaci, publicado en La Gaceta el 15 de diciembre de 2008
Shane Paul O'Doherty, terrorista arrepentido del IRA.

El hombre que gesticula y sonríe frente a mí aterrorizó a Londres durante meses con sus cartas bomba. En 1975 fue juzgado y condenado. Pasó 14 años en la cárcel. En ese tiempo redescubrió la fe, se arrepintió y escribió cartas de perdón. En el 89 salió de prisión.

Estudió Filología, Teología y Filosofía. Habla como un torrente, ríe, mueve las manos y dispara chistes sobre ingleses. Ha vivido en Irlanda, en Estados Unidos, en Suecia, y en la cárcel. En prisión se liberó. En No más bombas (Libroslibres) relata su vida.

¿Por qué entró en el IRA?
Fue con 15 años. En mi casa nunca se habló del problema irlandés. Fue en la escuela. La historia sólo hablaba de los héroes, de los mártires, de violencia.

Así que usted se dedicó al terrorismo.
No entendía cómo a unos kilómetros de mi casa los irlandeses tenían libertad y nosotros no. Desde nuestra ventana se veía la Irlanda libre. Nos educaron para la violencia.

Hoy está liberado de ese odio.
Yo crecí internamente en la cárcel. La lección más extraña de mi vida es que después de haber luchado contra ellos, una vez cumples la condena, los ingleses te dejan en paz. Y eso no pasa en otros países.

Pues les dejó usted amargos recuerdos.
Hoy voy a Londres a menudo y me muevo con facilidad. Cuando vuelvo a Irlanda les digo lo respetuosos que son los británicos y no les gusta.

¿Cuándo se dio cuenta de que el camino del terrorismo era un callejón ciego?
Cuando ponía bombas en Londres ya sabía que aquello no llevaba a ningún lugar.

¿Y en prisión?
Mire, en prisión no tienes otra opción que ser honesto. Mandé una carta al periódico del IRA con mis reflexiones. No la quisieron publicar. Se la mandé al obispo y la hizo pública.

Y estalló.
Todos sabíamos que la violencia no llevaba a nada, pero estaba el honor, y por eso nadie quería reconocerlo. Cuando estás en la cárcel te dicen que no aceptes nada del enemigo. Yo fui el primero que optó por la educación.

Eso le condenó a la soledad.
Necesitaba la libertad de pensar por mí mismo. Tenía que luchar contra una organización que me dominaba. En la cárcel encontré mi liberación personal. Es como la historia de Yoyes.

¿La conoce?
Claro. Yoyes demuestra el miedo que tienen las organizaciones terroristas a que sus miembros piensen por sí mismos.

¿Y cómo se sale?
La misma pasión que pones en la violencia la tienes que poner en una liberación personal. La gran pregunta es ¿ha merecido la pena tanto dolor, tanta gente en prisión, tantos muertos?

Esa es una pregunta con respuesta incluida.
Muchas veces me miro al espejo y pienso que la huella que dejamos en el mundo es muy leve. Quiero que la mía sea lo mejor y más profunda posible.

En casa no le hablaron de armas, ni de odio y, sin embargo, usted eligió esa opción. Le pasará a otros.
Es que la escuela nos contó una historia de violencia, no nos hablaron de derechos humanos. Y no es posible ninguna cultura moderna que piense que matar es un deber.

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