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23/3/10

Belén Palancar. La Gaceta, 31 de enero de 2010, Madrid

“Nadie puede negociar con gente que está dispuesta a matar a inocentes”

Shane O’Doherty, el ex terrorista del IRA que pidió perdón

Dice que la sombra de su pasado como terrorista aún le persigue. Tras pasar 14 años entre rejas y pedir perdón a sus vícti­mas, Shane O’Doherty confiesa que aun así lleva­rá el letrero de asesino cargando en su espalda toda su vida. Pero él ase­gura que aunque no lo pueda borrar, su fe y su acercamiento a Dios le cambiaron la vida.
Shane escribió un libro, No más bombas, en el que cuenta cómo la cárcel le ayudó a quitarse la venda y a comprender que “la vio­lencia no tiene ninguna jus­tificación y mientras los terroristas no se den cuen­ta de ello, no hay nada que hacer”. Algo que según el ex revolucionario, todos los Gobiernos deberían tener en cuenta.


-Hace un mes un policía del Ulster resultó herido a causa de una bomba. El año pasado dos soldados británicos murieron a manos de unos disiden­tes del IRA. Algunos expertos puntualizan que el final de esta orga­nización terrorista en Irlanda del Norte no está escrito. ¿Comparte usted esta opinión?
-El 95% del IRA abando­nó completamente la gue­rra y dejó las armas en 2005. Esto fue un autén­tico milagro, pero sucedió en un momento en el que la banda terrorista ya no contaba con el mismo res­paldo. La mayoría de católicos estaban de acuerdo en acabar con la tragedia gracias al impor­tante papel de la Iglesia católica. Se apoyó la vía democrática y el Sinn Fein consiguió una mayor representación en el Par­lamento. Ahora la pobla­ción aplaude las decisio­nes tomadas por el parti­do que cuenta ya con 24 diputados en la Asam­blea. Por eso, los que apo­yan a esa minoría de disi­dentes son casi invisibles; son muy pocos y carecen de respaldo.


-¿Qué fue clave para dicho cambio?
-Sin duda, la actitud de la gente. La comunidad internacional ha cambia­do y la policía ha ayudado a restablecer la paz. Yo vivo en Dublín, pero cuando viajo por mi país me doy cuenta de que muchos de estos disiden­tes no provienen de Irlan­da del Norte, si no de pequeños pueblos de la República. Allí ha latido durante décadas, (y toda­vía continúa), un senti­miento de guerra y de invasión británica que prosigue debido a que muchos viven aislados y a que sólo cuentan con la visión de la generación de sus padres y abuelos. Hay una clara división entre las ciudades, (las zonas industrializadas), con una visión moder­na, y la zona rural, con una postura más tradi­cional. Me duele que estas personas mayores piensen así, y que fomen­ten el desarrollo de otra guerra civil. Estas mis­mas personas siguen recolectando dinero para los prisioneros de las cárceles, pero ya no obtienen ningún tipo de apoyo, ni de respaldo de los Gobiernos.


"No recibí amenazas por salirme, pero mis colegas me vigilaban"

-El libro le ha servido a usted para pedir perdón por sus acciones dentro del IRA y para relatar su historia. Fue en la cárcel donde empezó a sentir esa necesidad, ¿por qué?
-Es complicado de expli­car. Después de salir de la cárcel mucha gente, fami­liares y periodistas, inten­taban contactar conmigo para que les contase mi historia. En ese momento me estaba leyendo Por quién doblan las campa­nas de Ernest Hemingway y pensé que tenía una his­toria similar, lo que me motivó para escribir la mía propia. Cuando me aden­tré en el IRA, era un joven lleno de fuerza y de pasión, donde todo me parecía muy simple; todo era blanco o negro. La verdadera cara de la violencia es solo una y no tiene salida: la muerte o la cárcel. Yo fui un afortunado que sobrevivió y que en la cárcel maduró y aprendió los valores humanos gracias al catolicismo, que me ense­ñó a seguir mi conciencia promoviendo la paz. En cuanto te paras a pensar comprendes lo que has hecho mal y todo el dolor que has causado a gente ino­cente. Fue muy difícil ese cambio en la cárcel, con mis compañeros al lado que me vigilaban, pero la Iglesia se acercó a esos líderes terro­ristas para hacerles entrar en razón.



-¿Sufrió algún tipo de amenaza por ese deseo de querer dejar la orga­nización terrorista?
-No, la verdad es que no. El IRA, durante toda su historia, ha visto a cientos de personas entrar y a cientos de personas salir, algo que en España no podría ser porque te ame­nazan de muerte. Nuestra tradición es distinta; pue­des sobrevivir. En ese momento yo intentaba acercar a la organización con la Iglesia para llegar a un acuerdo de paz.


-¿Cree usted que otros compañeros suyos tam­bién estaban dispuestos a pedir perdón y salir del IRA?
-Estoy convencido. Cuan­do yo escribí mis cartas en las que pedía perdón a las víctimas, muchos de mis ex compañeros, que tam­bién estaban en prisión, me decían: “Shane, cuan­do no pedías perdón esta­bas loco. Ahora que lo pides, mucho más”. El declararse culpable y pedir perdón era algo inconcebible, y más aún si ésto se hacía público. Por ese temor, muchos no se atrevían a dar el paso. Era más fácil no decir nada.


-Muchas de las víctimas critican que su perdón estaba dentro de una auténtica provocación. ¿Qué les diría?
-Es muy difícil perdonar un dolor tan grande que no tiene vuelta atrás. El Gobierno no nos creía ni los medios de comunica­ción ni la mayoría de las víctimas, aunque milagro­samente tengo que decir que algunas sí lo hicieron. Quiero confesar que nunca se pide perdón por las víc­timas, ni siquiera por uno mismo. Tú pides perdón por tu fe, por tus valores, por Dios, en mi caso. De alguna manera, no impor­ta lo que las víctimas digan. Me reencontré con unos valores que me lleva­ron a hacer lo correcto.





-¿Fue su fe entonces lo que le llevó a pedirles perdón?
-Sí, sí, seguro. Yo sabía que esto no me iba a traer más amigos y que mucha gente no me iba a creer, es un gran coste. Es muy fácil condenar al hijo pródigo y después no escuchar más.


"En algunas zonas rurales se sigue pidiendo dinero para los prisioneros"

-¿Cómo estaba organi­zada la banda?
-Era una gran organiza­ción con contactos en América y fuera del país, pero era difícil mantener una línea común. Había diferencias entre unas zonas y otras, como entre la ciudad y el campo. Algu­nas personas estaban a favor de matar y poner bombas sin ningún tipo de aviso, y otras en cambio no lo estaban. Diferentes ten­dencias e ideologías, algu­nos comunistas, otros socialistas. La verdad es que fue un auténtico mila­gro llegar a una paz común. Había días en los que nos despertábamos y las noticias contaban que había habido un nuevo atentado del IRA. Noso­tros desconocíamos quién había sido. Era una banda organizada, pero a la vez desorganizada como otras muchas. Nadie está com­pletamente seguro de lo que sucede. Fue un mila­gro que Adams y McGui­ness llegasen a reunificar al 95% de la organización y les obligasen a dejar las armas.

-¿Cómo era la relación con sus padres? Usted relata en su libro que ellos desconocían su per­tenencia a la banda.
-Yo crecí en Derry, la segunda ciudad de Irlan­da del Norte después de Belfast, según se decía entonces “en el lado inco­rrecto”. Por eso, aunque mi padre siempre condenó la violencia, mantenía con él conversaciones sobre nuestra situación. Yo nunca entendí por qué nos teníamos que sentir infe­riores a los británicos. Su hermano mayor, mi tío George, luchó por la inde­pendencia del país y su imagen era la de un gran patriota. Yo era muy joven y me encantaba leer libros sobre aventuras y sobre la historia de Irlanda y de ahí desarrollé ese deseo para implicarme en la lucha. Estaba motivado e impre­sionado por el pasado de mi tío. Pero la diferencia con él era que yo ya vivía en una nueva época, una nueva era de respeto a los Derechos Humanos. Mi sueño no era real, pero a mí me parecía que había un uniforme preparado para mí. Muchas personas inocentes eran asesinadas, gente cercana.
-¿Pero usted nunca le comunicó a sus padres esa ambición que tenía?
-No, nunca les confesé que pensaba unirme a la organización. Pero sí mantuve interesantes conversaciones sobre por qué nos sentíamos ciuda­danos de segunda en el lugar en el que habíamos nacido. Ellos negaban con la cabeza y me decían que todo era muy complicado, más de lo que pensaba, porque había gente ino­cente muriendo a nuestro alrededor.

-¿Cómo es ahora la con­vivencia entre protes­tantes y católicos?
-Ahora, gracias a la demo­cracia, todo es diferente. No profesamos la misma religión, pero hay igual­dad y respeto. Algo que no fue fácil, pero que ahora existe.

-¿Qué opina del escán­dalo de la mujer del pri­mer ministro Robinson que le ha llevado a dejar su puesto durante seis semanas y que, según los analistas, podría acabar en una ruptura del Gobierno?
-Para los irlandeses fue un verdadero escándalo que al principio todo el mundo se resistía a creer. Durante las primeras semanas toda la población estaba expectan­te de lo que contaban sobre el caso pero ahora, para ser honesto, creo que forma parte de otra vieja noticia ya olvidada.


"Ni ETA es el IRA ni Batasuna el Sinn Fein, son distintos"

-¿Por qué al etarra vasco De Juana Chaos se le trató como a un verdadero héroe en Belfast?
-No creo que “héroe” sea el calificativo exacto para des­cribir el recibimiento. De hecho, hay que tener en cuenta que en ese momen­to el Sinn Fein buscaba algún tipo de reconoci­miento y de éxito interna­cional para llegar hasta el conflicto vasco. Pensaron quizás que podrían influenciar a este hombre y crear similitudes, pero son casos muy diferentes. ETAno es el IRA, ni Bata­suna, en su tiempo, el Sinn Fein. Y ahora, este hombre permanece apartado en el olvido.

-¿Qué le diría al Gobier­no español?
-Esto es exactamente lo que le diría: no tengo nada que decirle, nada. Es importante para ETAsaber que el mundo cambió con el 11S; ya no hay cabida para la violencia, es una pérdida de tiempo que no lleva a ninguna parte. Una lección que debería apren­der el Ejecutivo español es que la única solución está en que la banda armada de ETAdeje de un lado las armas, si no, no deben hacer nada. No hay otra salida. Es un tema que tiene que ver con el respeto a las personas y a la demo­cracia. Nadie puede nego­ciar con gente que se encuentra preparada para matar inocentes.

-¿Cree que un acuerdo como el del Viernes Santo sucederá en España?
-Hasta que no se tengan las ideas claras, me temo que no. Hasta que no se escuche a la sociedad vasca y los líderes de ETA se topen de bruces con la rea­lidad y maduren, no creo que suceda.

-¿Cómo es su vida ahora?
-Vivo en Dublín, donde trabajo y estudio, pero la sombra de mi pasado me persigue, sobre todo cuan­do viajo y noto que me miran. No sé si podré olvi­dar mi pasado algún día y despejar esta carga. No obstante, cada día me levanto pensando que puedo seguir adelante.


Con 10 años empezó su lucha, con 15 entró en la banda y con 19 fue arrestado

“Le envié una carta bomba al primer ministro”

“Envié varias cartas bomba, una de ellas a la residencia del pri­mer ministro británico, lo que me convirtió en el hombre más buscado de Gran Bretaña”. Éste era Shane O’ Doherty. Un niño de familia católica de Derry que con tan sólo 10 años fue capaz de escribir en su diario lo siguiente: “Cuando sea mayor quiero lu­char y si es necesario morir por la libertad de Irlanda”.
Y así de claro lo tenía, que tan sólo cinco años después, durante los cuales no paró hasta encontrar a sus ‘ídolos’ terroristas, acudien­do a sus reuniones clandestinas. Luego entró a formar parte de la organización criminal coinvirtiéndose en el líder del Comando de Artefactos. A los 17 fue testigo di­recto del Domingo Sangriento y aseguró que su único objetivo en la vida era “vivir para la lucha ar­mada y para el IRA”. Hirió a varios civiles con sus bombas, a los que finalmente terminaría pidiendo perdón públicamente mediante cartas. Muchas de las víctimas le rechazaron, e incluso se enfada­ron aún más porque aseguraron que se trataba de una auténtica provocación, “sin ninguna vali­dez, y sin ningún sentido”.

“Cuando sea mayor quiero luchar o morir por nuestra libertad”

En el año 1975, con 19 años, fue apresado en su propia casa, desarmado, bajo la atenta mira­da de su madre, que no entendía por qué los agentes detenían a su querido hijo. Sus padres des­conocían que era un terrorista. El arresto se produjo durante un alto el fuego de la organización y Shane, después de recibir una sentencia de 30 cadenas perpe­tuas, cumplió una condena de 14 años entre rejas. Fueron esos años encerrado en la cárcel lo que verdaderamente cambió su vida. Allí conoció a varios sacer­dotes que le ayudaron en su ca­mino a la conversión y a la me­ditación. En su celda se pasaba los días pensando y leyendo la Biblia; él subraya que no sabe muy bien por qué. En su libro Shane apunta que fue durante su condena cuando afirmó que “como ya sabía hacer la guerra quería aprender a hacer la paz”. Así, el ex terrorista señala que cuando era joven se involucró tanto en el terrorismo que” ni siquiera hubiera podido decir lo que ocurría políticamente en Irlanda del Norte o en el mundo en general”.

Belén Palancar

25/11/09

Una breve historia de mí y de Irlanda

Así tituló Shane su conferencia del viernes en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y que, debido a la cantidad de gente que asisitió, tuvo que cambiar su ubicación varias veces para terminar ofreciéndose en el Salón de Actos del campus de Vicálvaro. Asistieron unas 300 personas, en su mayoría estudiantes, por supuesto, pero también gente externa a la Universidad.


Primero Shane hizo un breve resumen de la historia de Irlanda, para que todos entendiéramos el trasfondo histórico del Ejército Republicano Irlandés. Después nos habló de los principios del IRA y terminó contando cómo entró él, qué le hizo arrepentirse y su opinión sobre el conflicto vasco. Dejó claro que con los terroristas tiene que haber diálogo pero no negociación.


Sólo deciros que fue un éxito y que hubo bastantes preguntas, aunque por desgracia, no hubo tiempo para todas las que Shane hubiera querido contestar. Esperemos que haya nuevas oportunidades.

2/9/09

Paradojas de las 'luchas de liberación nacional'


TRIBUNA / TERRORISMO / SHANE O'DOHERTY
El Mundo, 26.08.2009

A RAÍZ DE los recientes atentados de ETA y de las operaciones policiales contra la banda y su entorno he reflexionado sobre las lecciones de 40 años de lucha violenta en Irlanda, a la que hace unos años pusieron punto final dirigentes de las diversas facciones.
Las denominadas luchas de liberación nacional son un conglomerado de numerosas contradicciones que los combatientes, sobre todo los más jóvenes, son incapaces de ver durante más o menos tiempo; sin embargo el velo se les cae finalmente de los ojos durante esos largos años en prisión -que son la recompensa principal de todo acto violento-, aunque casi nunca se les permita reconocerlo.
La primera contradicción es que los luchadores por la libertad matan a más miembros de su propio ámbito social de los que matan aquéllos que consideran sus enemigos. En Irlanda hemos tenido durante unos cuantos años una Comisión de Desaparecidos que trabajaba en la búsqueda de cadáveres de ciudadanos torturados, asesinados y enterrados clandestinamente por los luchadores por la libertad. Las diversas facciones han negado en repetidas ocasiones dichos asesinatos durante años y años, hasta que al final se han visto obligadas a reconocerlos.
No se confesaba la verdad ni a los militantes ni al sector social propio. Torturas, enterramientos en secreto y mentiras eran instrumentos aceptables en aras de una causa que se suponía que era tan noble.
La segunda contradicción es que, una vez capturados y encarcelados, los luchadores por la libertad pasan a ser expertos en los derechos de los presos y tienen que reconocer que los derechos de éstos tienen su origen en los derechos humanos que ellos mismos han violado con tanta frecuencia pero a los que ahora, una vez dentro de la cárcel, apelan constantemente. Todas y cada una de las mañanas, cada vez que se mira en el espejo del lavabo, un recluso tiene que ver el rostro de alguien que ha violado los derechos humanos y que ha causado más injusticia de la que ha reparado en toda su vida practicando el terrorismo. En la gran mayoría de los casos, eso les lleva poco a poco a un cambio de carácter.

La tercera contradicción es que esos movimientos proclaman que su objetivo es la libertad, pero niegan la libertad de pensamiento y acción tanto a sus militantes como a sus grupos sociales. En Irlanda, esa lucha está sembrada de nombres que fueron muy importantes en sus organizaciones y que cayeron en desgracia porque disintieron en nada más que una coma de la línea oficial del partido. Sus años de servicio quedaron borrados instantáneamente de la versión oficial de la lucha y ellos personalmente se vieron condenados al ostracismo de forma implacable. No sólo se aplica una mordaza de hierro a los pensamientos y manifestaciones de los presos a medida que maduran y cambian con el transcurso de los años, sino también a sus familiares y a todo disidente en potencia dentro del grupo social. Es el miedo, no la libertad, lo que se transforma en el objetivo y el instrumento principal de aquellos que todavía aspiran a que les llamen luchadores por la libertad.


Una cuarta contradicción es que, mientras muchos militantes eran asesinados por haberse chivado al considerado enemigo acerca de otros luchadores, cada uno de los movimientos que actuaba en Irlanda entablaba negociaciones con los británicos. Llegado el caso, destruía su arsenal armamentístico por sí mismo, pero todos estos contactos y negociaciones en secreto se mantenían vivos durante muchos años mientras los dirigentes de esos mismos movimientos decían a sus luchadores por la libertad que la guerra debía continuar sin ningún género de dudas. Es posible que a los dirigentes de esas organizaciones no les quede más remedio que ocultar la verdad, tanto a sus luchadores por la libertad como a sus grupos sociales, sobre esos contactos secretos con el considerado enemigo. Mentir a los militantes y al grupo social se considera algo puramente táctico; no tiene nada que ver con cuestiones morales o éticas.
Una quinta contradicción de estas organizaciones es que a todos aquellos que se involucran, ya sea en un primer momento por razones políticas o por razones culturales o filosóficas, se les considera inmediatamente comprometidos con el servicio a la lucha armada, con una especie de minicarrera armamentística y con una maquinaria asesina. Por momentos, nada hay más importante que el brazo armado de la organización y su necesidad de inflar las estadísticas de asesinatos. Al cabo de unos 40 años de lucha entre diversas facciones en Irlanda, lo único que había aumentado de verdad eran las estadísticas de las cárceles y de los entierros. No se habían levantado ni escuelas, ni hospitales, ni clínicas, ni comedores populares para los pobres o los menos privilegiados. Los únicos monumentos erigidos a la denominada noble lucha por la libertad eran los índices de asesinato de otros seres humanos y los cientos y cientos de años de sentencias de reclusión. La cultura, la filosofía y la política en su totalidad se habían puesto inicuamente al servicio del asesinato.
¿Queda algún hueco para la esperanza en este catálogo de contradicciones?
Las direcciones de las diversas facciones de Irlanda buscaron entre todas una salida al callejón sin salida de la lucha armada una vez que cayeron en la cuenta de que todo podía conseguirse mediante el proceso político democrático y que podía ponerse punto final al asesinato, la tortura y la cárcel. Este milagro se produjo en varias facciones de Irlanda aproximadamente hacia la misma época. Ex dirigentes de esas facciones han comparecido aquí durante unos cuantos años en programas de televisión para expresar que lamentan tantas décadas de violencia innecesaria. Lo impensable se ha convertido en un lugar común.
En un futuro no demasiado lejano, los vascos rechazarán toda identificación nihilista con la máquina de matar y apoyarán una política democrática sin amenazar con asesinatos o violaciones de derechos humanos. Política, cultura y filosofía se verán al fin liberados del terrorismo autóctono de los denominados luchadores por la libertad.
Shane O'Doherty es el primer terrorista arrepentido del IRA y autor de No más bombas (Ed. Libroslibres).

2/4/09

Reseña Bibiográfica de No Más Bombas

Publicada en Diario Liberal por Fernando José Vaquero Oroquieta, 25-1-2009

En España disfrutamos de una buena y constante producción editorial que oferta al mercado en lengua castellana una veintena de nuevos títulos por año de temática directamente relacionada con el terrorismo. No está mal. A ella debe sumársele los numerosos artículos y trabajos monográficos elaborados anualmente por un grupo selecto de escritores españoles y extranjeros: investigadores universitarios, periodistas especializados, políticos comprometidos…
Con todo, cuando hablamos de producción editorial, y en relación a otros géneros, debemos reconocer que el tema terrorismo “vende” poco; lo que no deja de ser un contrasentido, no en vano, según diversos estudios demoscópicos, el terrorismo sigue constituyendo una de las principales preocupaciones de los españoles. Entonces, debemos preguntarnos, ¿de qué se trata?: ¿hipocresía o cansancio social?

Los últimos meses no han sido una excepción a esta constante. Es más, tenemos que destacar la aparición de un título realmente excepcional: No más bombas. El estremecedor testimonio del terrorista que pidió perdón (LibrosLibres, Madrid, 2008, 210 páginas). Así, su autor, el irlandés Shane Paul O’Doherty, se paseó por España, a finales del 2008, para promocionar un título que, pensamos, debiera haber alcanzado una mayor resonancia mediática.

Ciertamente, sus promotores trabajaron mucho en su difusión. De hecho, para la temática que trata, no fueron pocos los resultados alcanzados: varias entrevistas en algunos diarios de difusión nacional, diversas reseñas publicadas en medios influyentes de Internet y radio, una buena atención desde el Grupo Intereconomía… Y si a usted, amable lector, le interesa rastrear esa presencia, puede consultar http://nomasbombas.blogspot.com/, donde encontrará el material más relevante; que no es poco. Pero, libro y autor, merecían mucho más.

Shane Paul O’Doherty fue un ejemplo paradigmático de adolescente terrorista norirlandés alimentado por una coherente y potente cultura del odio y de extrema afirmación identitaria. Esa “cultura” no era el producto etéreo y abstracto de una ensoñación sin raíces. Al contrario: toda una compacta comunidad humana se nutría de esos mitos movilizadores, estructurándose vitalmente en torno a una contundente estrategia terrorista que ofrecía, además de mucho sufrimiento a sus víctimas y sacrificados seguidores, un horizonte ideal, un estilo de vida integral, un compacto y atractivo entorno humano; toda una cultura fuerte y viva.

Ya en prisión, en parte sustraído de ese absorbente entorno, se atrevió a pensar por su cuenta, llegando a arrepentirse y, en consecuencia, a pedir perdón; comportamiento que generó no pocos rechazos, tanto entre sus antiguos correligionarios, como entre sus desconfiadas y maltratadas víctimas...

El libro es muy recomendable por varios motivos. En primer lugar, por ser una narración escrita en primera persona que no censura ninguna de sus experiencias, perlada de diversas muestras de una delicada y fina ironía inglesa (perdón, irlandesa) que la agiliza, provocando la sonrisa en el lector y, casi inevitablemente, su simpatía con el autor. Y, en segundo lugar, por descubrir la verdadera y compleja naturaleza de un muy concreto entramado terrorista, huyendo de tópicos al uso y simplismos. Todo ello merecería una más amplia difusión...

¿Por qué las cadenas televisivas generalistas no se han hecho eco de este testimonio? Tal vez no sea una novedad afirmar que, más allá de unos pocos convencionalismos políticamente correctos, tales medios han renunciado a la formación de una opinión pública sólida, libre y crítica; privilegiando la frivolidad y el entretenimiento instintivo. Sin embargo, siempre son de los primeros en reclamar a la sociedad su movilización cada vez que el terrorismo la golpea. Pero, ¿no es una manera poco elegante de escurrir el bulto y delegar su responsabilidad? Y, en el caso de las cadenas públicas, esa renuncia adquiere mayor gravedad, pues, entonces, ¿en qué queda aquello de su supuesta “vocación de servicio público”?

El terrorismo sigue constituyendo una gravísima y permanente amenaza para la convivencia española. En consecuencia, habría que afrontarlo en todas sus diversas expresiones y manifestaciones: policial, judicial, internacional… y ¿mediático-cultural? Hace unos pocos días, el pasado domingo 18 de enero de 2009, muchos españoles nos sobresaltamos leyendo una noticia preocupante: el diario El Mundo aseguraba que la Unión Europea había denunciado a España ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas por no adoptar las disposiciones relativas a la prevención de la utilización del sistema financiero, para el blanqueo de capitales y para la financiación del terrorismo, recogidas en su directiva 2005/60 CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 26 de octubre de 2005; lo que tenía que haber efectuado antes del 27 de diciembre de 2007. ¡Y no pasa nada! ¿En cuántas ocasiones se ha afirmado, desde instancias políticas y mediáticas, que al terrorismo hay que combatirlo en todos sus frentes? Es imposible, ya, precisarlo. Pero el Estado español, también la oposición política, ¡se permiten el lujo de ignorar una de sus dimensiones más relevantes! ¿Simple ignorancia o negligencia criminal? ¿Nadie responderá por semejante deslealtad?

En muchas ocasiones, no pocos especialistas en esta temática, y en particular muchas víctimas del terrorismo, han afirmado que el Estado marcha a remolque de los acontecimientos, correspondiendo a ETA la iniciativa. Los hechos anteriores parecen confirmarlo.
Por ello desazona conocer noticias como la que acabamos de recordar, pues consolida la impresión de que padecemos una clase política y administrativa rutinaria, poco imaginativa, cuando no criminalmente negligente, instalada en un ejercicio acrítico del poder. Es inadmisible que el Estado no ponga “toda la carne en el asador” cuando de lucha antiterrorista se trata; pues hablamos de personas concretas asesinadas, de familias destrozadas, de historias humanas abruptamente rotas.

En este vomitivo contexto de renuncia y dejación, no es de extrañar que un testimonio relevante, como el del libro reseñado, que bien pudiera haber servido de revulsivo a no pocas conciencias, pase desapercibido para la inmensa mayoría de compatriotas.
Es la gran ventaja con la que juegan los terroristas: frente a su despiadado reto global encuentran un Estado acomodado y cobarde.

A pesar de todo, o precisamente merced a todo ello, ¡bienvenido Shane Paul O’Doherty! Gracias por tu testimonio y por tu valor. Y gracias a su editor, quien nos ha permitido conocerlo, ayudándonos así a comprender mejor la realidad tan denostada, como sorprendentemente desconocida, del terrorismo.

11/3/09

«Tendremos algún muerto por año, como en el País Vasco»

Publicado en el ABC, 11 de Marzo de 2009

No cree que los últimos atentados vuelvan a encender el conflicto. Pero Shane O'Doherty, ex miembro del IRA, considera que los disidentes mantienen la voluntad de perpetrar ataques terroristas que podrían tener entre sus futuros objetivos a líderes del Sinn Fein.
POR E..J. .BLASCO

BELFAST. Estuvo en el IRA y tiene antiguos compañeros entre los disidentes. Shane O'Doherty, autor del libro «EI voluntario. Verdadera historia de un antiguo miembro del IRA», no cree que el Ulster regrese al pasado.

- ¿Habrá una vuelta a la era du­ra del conflicto norirlandés?
- No. Se trata de incidentes absolutamente aislados. Ha habido una reacción política y mediática desmedida, exactamente lo que esos grupos desean, pues les da publicidad. La sociedad debería acostumbrarse a ataques esporádicos de este tipo, normales hoy de comprar explosivos y armas. Un centenar de personas no puede poner en cuesti6n la democracia. De alguna manera, tenemos que llegar a una situación como en el País Vasco, donde la gente no cambia su opinión sobre el marco político y la democracia porque haya algunas muertes cada año.


- ¿Por qué hay una vuelta de la violencia?
- Hace diez años hubo una declaración de paz, pero no de principios compartidos. Desde entonces no se ha hecho nada por explicar que la violencia y los asesinatos son malos, que la «guerra» fue al­go equivocado por ambas partes. Así que la gente joven sabe que hay una declaración de paz, pero cree que fue un acuerdo meramente político, no sobre principios basados en los derechos humanos.

-¿Hay riesgo de algún acto de venganza de los paramilitares protestantes?
-Absolutamente. Los grupos lealistas no han entregado sus armas en todo el proceso de paz. El Gobierno ha aceptado esa situación e incluso les da dinero para sus actividades en los barrios. Y los disidentes republicanos están esperando que se venguen matando católicos, porque así entrarían en la espiral de violencia que desean.

- ¿Por qué se está enrolando gente en los grupos republica­nos disidentes?
- En los últimos cuatro o cinco años se ha producido un aumento del reclutamiento, cuando después de un tiempo de inactividad antiguos miembros del IRA se cansan de no tener “trabajo” y quieren volver a darle sentido a su vida. También antiguos miembros del Sinn Fein comienzan a acusar a esta formación de mal vender los principios que llevaron a la lucha armada. Pe­ro junto a los más experimentados, que lideran las acciones violentas, hay un recluta­miento sobre todo de jóvenes, que se sienten atraídos por la aventura. La crisis económica acentúa todos esos procesos.

-¿Pierden autoridad Gerry Ada­ms y Martin McGuinness en el movimiento republicano?
Probablemente los dirigen­tes del Sinn Fein serán también objetivo de atentados por parte de los disidentes.




27/1/09

Entrevista a Shane

Con motivo de la reciente publicación de su autobiografía, No Más Bombas, en España, Shane O’Doherty nos expresa en esta entrevista sus opiniones respecto al problema del terrorismo, que tanto sacude a nuestro país.

¿Cuál crees que es nuestro mayor reto ante la lucha contra el terrorismo?
Cuando hay un conflicto armado, conseguir la paz es lo primero que deseamos y es sin duda un milagro, pero una vez lograda la paz, todavía queda mucho por hacer. No basta simplemente con acabar con la violencia. Muchos de los involucrados opinarán que la situación ha cambiado debido a algún acuerdo o negociación, pero sin llegar al convencimiento.
Lo que tenemos que explicar, sobre todo a los jóvenes y a las nuevas generaciones, es que la guerra, la violencia, el terrorismo, la violación de los derechos humanos son una equivocación. Tenemos que dar razones para acabar con la violencia, no sólo llegar a acuerdos, y no se está haciendo.

Aunque hayamos conseguido la paz, como ha ocurrido en Irlanda, ya hay nuevos grupos, que no estando de acuerdo con el proceso de paz ni con la política, están consiguiendo que gente joven se vuelva a involucrar.
Si hay dificultades en llegar a un acuerdo, estos jóvenes dirán, “volvamos a la lucha”, porque nadie les habrá dado razones para dejar la violencia, razones para perseguir la paz. Necesitamos un proceso de conversión y de esclarecimiento, de tomar responsabilidades ante los derechos humanos, no sólo negociaciones.

¿Qué fue lo que más te influyó en tu camino hacia la conversión?
Los cuatro Evangelios… Una vez, todavía en la cárcel de Brixton, en Londres, le pedí en tono desafiante a uno de los capellanes que me diera pruebas de que Dios existía. Me lanzó los Evangelios y me los leí en una noche, de un tirón. El hecho de leer los cuatro de una vez, con esas cuatro descripciones tan profundas, me dio una visión íntegra de Jesucristo. Lo que me chocó fue que la figura divina de Jesucristo, con una causa divina, sagrada e inocente, nunca usaba la violencia, hablaba de amar al prójimo, y yo, con una causa política, ni divina, ni sagrada ni inocente, estaba dispuesto a usar la violencia. Los Evangelios comenzaron a desafiarme y mi propia conciencia me empezó a condenar. Tenía que reconciliarme con mis víctimas, con Dios y conmigo mismo.

¿Qué efecto esperas que tenga la publicación de tu libro en España?
Espero que nadie que lea mi libro - especialmente los jóvenes – cometa los mismos errores que cometí yo; que aprendan de mi experiencia, que vean que todas esas promesas de cambiar el mundo mediante la violencia son siempre falsas porque al matar o herir a otros seres humanos, lo único que se logra es cometer más injusticias en lugar de ponerles fin. Te conviertes en transgresor de los derechos humanos. Espero que mi libro sirva de advertencia a aquellos que siguen el camino de la violencia: es un callejón sin salida.

¿Qué dirías a aquellos que se resisten a perdonar?
No tengo nada que decir a los que se niegan a perdonar. El perdón tiene que venir del corazón y del alma, de lo más profundo de cada uno. Si alguien no sabe perdonar desde lo más profundo de su corazón, entonces Dios es el único que le puede ayudar.

¿Y a los que no se arrepienten de lo que han hecho?
Vivir implica arrepentirse de cosas, haber vivido y haber intentado luchar, haber cometido errores por inmadurez o por pasión, conocer el arrepentimiento… Todos nos arrepentimos de nuestras debilidades y de nuestros fallos. Negar el arrepentimiento es negar la vida.

En España se compara a menudo a ETA con el IRA. ¿Crees que son comparables?
Aparte del hecho de que tanto la ETA como el IRA se aferraron a la lucha armada antes de ni siquiera haber intentado un activismo político y democrático, de que han matado y mutilado y han cometido innumerables violaciones de los derechos humanos, no hay comparación entre 800 años de ocupación y usurpación británica en la historia de Irlanda y la historia del País Vasco. El Antiguo IRA - como se denominó entre 1918 y 1922 – luchó para establecer la libertad y la democracia en Irlanda y ganó la libertad de 26 de los 32 condados irlandeses. Después, el Antiguo IRA se convirtió en el ejército irlandés, comprometido con el pueblo y el gobierno democrático de Irlanda. Desde 1922 ha habido nuevos grupos que han explotado el nombre del IRA y que nunca han gozado del apoyo de la nación ni del gobierno de Irlanda. La lucha armada se declaró extinguida definitivamente a finales de los 90.

14/1/09

"Es bueno arrepentirse"

Gonzalo Altozano, Semanario Alba, 19 de diciembre de 2008

EL tiempo en la cárcel lo dedicó al estudio y a la oración. Y a reflexionar sobre el bien y el mal, sobre las víctimas del terrorismo, sobre los derechos humanos, sobre la fe religiosa. Shane Paul O'Doherty fue uno de los primeros miembros del IRA en hacer público su arrepentimiento y su rechazo a la violencia. Veinte años después de su puesta en libertad, O'Doherty cuenta su apasionante conversión en No Más Bombas (Ed. LibrosLibres).

-No es usted el primero que encuentra a Dios en la cárcel.
-Es uno de los mejores lugares para hacerlo. Sobre todo cuando, como a mí, te caen treinta cadenas perpetuas. Una condena así sirve para entender eso que llaman "eternidad".

-¿Dónde empezó su camino de vuelta?
-En la cárcel de Brixton. Una vez le pregunté al capellán, el jesuita Anthony Lawn, dónde podía encontrar pruebas de la existencia de Dios.

-¿Qué le respondió?
-"En los Evangelios, por supuesto".

-¿Usted qué hizo?
-Leerlos por primera vez en mi vida. Los cuatro. De un tirón.

-¿Con qué se encontró?
-Con un hombre, Jesucristo, que me atrapó de inmediato.

-¿Qué le atrajo de Él?
-Su personalidad; sus opiniones y actividades radicales; su oposición a la hipocresía; su dedicación a los pobres; sus alusiones revolucionarias sobre el amor a los enemigos...

-Eso último no se lo ensenaron en el IRA
-No. En el IRA aprendes que al enemigo no se le ama: se le mata. Tras leer, de golpe, los Evangelios, mi idealismo republicano empezó a resquebrajarse.

-¿Qué acelero el proceso ?
-La lectura, antes del juicio, de las pruebas que se iban a presentar contra mí. Ahí estaban los informes médicos de personas inocentes cuyos nombres no esta­ban en las cartas bomba que enviaba.

-Esos informes...
-Eran la prueba de que lejos de ser un idealista, yo era un delincuente, un violador de los derechos humanos.

-Tras el juicio, le envían a la prisión de Wornwood Scrubs. Allí comienza un periodo de reclusión aislada que duraría más de un año.
-Que me sirve para proponerme varias metas: aferrarme a un idealismo puro, ser mejor persona, alejarme de la violencia, luchar por un futuro mejor...

-Sin embargo...
-Tenía una asignatura pendiente: mis victimas.

-Pero ya les había pedido perdón.
-No. En el juicio hable de "víctimas inocentes de la clase trabajadora". Pero no dije nada de las otras: mis blancos militares y políticos. A estas no tenia intención de pedirles perdón.

-¿Qué le hizo cambiar de idea?
-La lectura reposada de los Evangelios.

-¿Algún pasaje determinado?
-"Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda" (Mt 5,20).

-¿A qué conclusión llegó?
-A la de que mi violencia, mi pecado, no había dañado una relación, sino tres: con mis victimas, conmigo mismo y con Dios.

-Y para restaurarlas...

-Tenia que admitir lo atrozmente equivocados que habían sido mis actos. Después, debía intentar hasta donde me fuera posible corregir el mal que había hecho.

-¿Cómo?
-Enviando mis ideas a la prensa, escribiendo cartas de súplica a las víctimas, buscando el perdón de Dios.

-Es la parábola del hijo prodigo, versión tiempos modernos.
-¿Sabe? Entiendo bien la alegría del hi­jo que vuelve.
-¿Por?
-Porque arrepentirse es bueno; el regreso a la Casa del Padre está lleno de recompensas.

-¿Siempre?
-Bueno, a veces, hablando con curas, he tenido la sensación de que me querían decir: "¡Qué bien que te hayas convertido! Pero ¿por qué no te vas a otra parroquia?".

- Oiga, y sus camaradas del IRA…
-Pensaron que me había vuelto loco.

-¿Loco?
-Sí, porque les hablaba de conciencia, de culpa, de pecado.
-Mire, para los terroristas nada es pe­cado, ellos siempre tienen la razón. O eso creen.

-Pensaba que los del IRA se decían católicos.
-¿Católicos? Me hubiera sido más fácil abandonar la banda si me hubiese ido a un grupo marxista-leninista que convirtiéndome al catolicismo.

-Es que a quién se le ocurre hablar de pecado...
-Tiene razón. Parece una palabra prohibida, más en el tercer milenio. Y sin embargo...

-¿Sin embargo?
-Mi esperanza después de contar mi historia es que alguien, después de leerla, no haga la elección que hice yo con sólo quince años y evite así las horribles consecuencias de un gravísimo pecado.

12/1/09

"Me dí cuenta de que matar estaba mal pero no podía parar hasta que fui arrestado"


Blanca de Ugarte, El Imparcial, 21-12-2008

“Cuando me detuvieron fui feliz”, reconoce Shane Paul O´Doherty. A los quince años se incorporó a la rama juvenil del IRA. Cumplía de esta manera su propósito escrito en un papel con tan solo diez años: “Cuando sea mayor quiero luchar y, si es necesario, morir por la libertad de Irlanda”. Con la violencia comenzó a rodar cuesta abajo hasta que la cárcel le salvó. “No más bombas” (LibrosLibres) es el resultado de catorce años de reflexión, arrepentimiento y de encuentro con Cristo. Con una mirada sincera y voz sosegada, este terrorista arrepentido pide una educación en valores y en respeto a los Derechos Humanos.

Comienza su autobiografía haciendo referencia a sus orígenes, a su educación, a su familia. ¿Es determinante el entorno? ¿el lugar donde hayas nacido pare el terrorista?

Por supuesto, influye donde hayas nacido. Es difícil pensar, por ejemplo, que alguien de Málaga se haga miembro de Eta. Pero no es sencillo medir hasta qué punto influye el entorno. Hay otros aspectos que también afecta en la “creación” de un terrorista: donde haya nacido, la comunidad donde habite… Porque la sociedad también permite que existan los terroristas. El Estado y las circunstancias políticas también influyen. En Irlanda del Norte, a raíz del Domingo Sangriento (1972) y, años después, Margaret Thatcher permitiendo la muerte de prisioneros del IRA por huelga de hambre (1981), también hicieron que muchos jóvenes pasaran a ser terroristas. Hay muchas circunstancias que afectan al “nacimiento” de un terrorista.


Supongo que la educación también es determinante.

Claro que influye la educación. Necesitamos un movimiento formado por familias, políticos, educadores y sacerdotes que se comprometa a educar a los jóvenes en los Derechos Humanos. Los Gobiernos están preocupados en crear organizaciones que recaudan impuestos, que se ocupan de los inmigrantes y todo tipo de derechos sociales pero se olvidan de transmitir los Derechos Humanos a la juventud. A mi modo de ver, los colegios, las parroquias y otras organizaciones deberían de hacer constar su compromiso con estos derechos fundamentales. Ayer mismo, durante una charla en una parroquia, me impresionó muchísimo saber que algunos sacerdotes vascos no condenan el terrorismo. Estos hombres no están en comunión con la Iglesia.


Describe usted en su libro cómo se alegró que su primer disparo a un soldado británico no lo hiriera de gravedad. Le había mirado a los ojos. Usted sintió alivio pero ¿un terrorista tiene escrúpulos? ¿Qué siente aquel que ni mira a los ojos, dispara a la nuca o se ensaña con varios disparos?

Este es uno de la Humanidad: todos los hombres somos diferentes y actuamos de una manera distinta los unos de los otros. Pero, es cierto, que todos los terroristas han comenzado al profesar un nacionalismo exacerbado. Ahí comienza una cuesta abajo por la que se deslizan y no puedes volver atrás. Además están sumergidos en un clima en el que hay una gran presión por parte del grupo, en el que no hay tiempo para pensar, ni para volver a ser uno mismo. Lo principal es seguir con vida y que no te coja la Policía. He leído muchos relatos de miembros de la brigada roja italiana arrepentidos, conocido a muchos terroristas del IRA que también han pedido perdón. Todos ellos reconocen que querían salvar a su nación cuando eran jóvenes pero no se dieron cuenta entonces que, cuando emprendían esa lucha por liberar a tu tierra se convertiría en una lucha personal por liberarse de esa organización que les controlaba sus pensamientos. La elección es del propio terrorista que puede quedarse en la cárcel sin hacer nada, cumplir su condena y punto, o tener la valentía de liberarte a ti mismo de alguien que te controle.


¿Cree que usted es merecedor del perdón de sus víctimas?

Mucha gente se cree que ni siquiera me he arrepentido, que piensa “puto terrorista”. Muchos no me perdonan. Pero la cuestión no es esa. Yo lo que quiero es hacer las paces con Dios. Jesucristo no habló de tregua, ni de dejar las armas. Habla del arrepentimiento personal. Eso es lo que importa. Yo sé que lo tenía que hacer es pedir perdón. Lo que piensen lo demás no importa. Lo relevante es reconciliarme con Dios y seguir el Evangelio. Es una visión un poco egoísta tal vez pero es lo que creo que tenía que hacer.


¿Acaso matar por patriotismo nubla el sentimiento de culpa?

Existe una contradicción muy importante en todas las sociedades. Por un lado, necesitan jóvenes para enrolarlos en sus ejércitos. Tanto el Gobierno de España, como el de Estados Unidos, como el de Gobierno de Irlanda dicen sus jóvenes: “Salva España, salva Estados Unidos, salva Irlanda de los británicos”… Los ismos, el nacionalismo y el patriotismo son las fuentes principales integrarlos, al igual que los terroristas. Pero, por otro lado, dan armas para matar y te pagan un sueldo para, en un momento dado, matar. En las maldivas, por ejemplo, los capellanes bendecían a aquellos que iban a matar por un trozo de tierra. Esto es una contradicción porque si enseñas a los jóvenes a luchar por su país, algunos pueden verlo desde la perspectiva del patriotismo exacerbado y convertirse al final en terrorista.


Perdone pero no estoy de acuerdo con usted. No se puede comparar ejército con terroristas. El ejército es una institución legal formada por jóvenes dirigidos por militares más mayores, formados, menos apasionados y con más experiencia. Estos jóvenes deberán obedecer las órdenes de sus superiores y éstos a su vez, las dictadas por el gobierno de una nación.

Es muerte, da igual que sea fruto del terrorismo o del ejército. Recuerdo centenares de personas que asistían a una boda en Afganistán murieron a consecuencia de un bombardeo del Ejército de Estados Unidos. Luego se dijo que fue por error pero a quién le importan que sea un error. Los soldados mataron a cientos de civiles, da igual que fueran vestidos con un uniforme. Lo que no se puede hacer es decir: “A veces está bien matar, otras, no”.


Un ejército está para defender a su país, no para agredir a otro. Atacará si ha sido atacado y si un país aliado es atacado. No se pretende luchar contra nadie. No se busca un enfrentamiento, una confrontación con otro país, grupo armado, alianza… El patriotismo no tiene porque contradecir otro patriotismo, se puede ser vasco y se puede ser español.

Los terroristas también usan este mismo argumento. Cuando sienten que no tienen ni gobierno ni ejército que los defienda deciden ser crear ellos su ejército y defender la que consideran su tierra y su gente. Y, si después llevan al poder, ya tendrán este ejército, que sería entonces legal. Piensan que los “héroes” de hoy serán mañana los políticos. Los terroristas usan ese mismo argumento.
Estoy de acuerdo con usted de que se puede comparar el ejército con una banda terrorista pero los jóvenes cogen este argumento y lo interpreta a su manera. Por ello necesitamos emplear otro nuevo argumento, basado en la defensa de los Derechos Humanos. Así conseguiremos que no se recurra a la violencia. Porque, al final, un ejército obedece órdenes. Sin un acuerdo de la OTAN, se enviaron tropas a Irak y mataron a centenares de civiles. Se necesita un argumento mejor.
¿Por qué nadie se opuso a la decisión de Estados Unidos? ¿Por qué ningún soldado se negó a ir a la guerra? A mí lo que me importa son la decisiones de los individuos.

En cuanto a esta faceta de lo que piensa el terrorista, ¿cree que tiene alguna forma de salir de esa cuesta abajo de la que hacía alusión antes?

Esto es diferente en España que en Irlanda porque en allí hay muchos han salido ya que no han coartado la libertad de sus miembros siempre y cuando no fueran unos chubatos. En cambio, es diferente en el caso de Eta, me acuerdo ahora de Yoyes que fue asesinado por los propios terrorista por marcharse. Es un proceso difícil pero estos terroristas tienen que sacar el coraje de enfrentarse a sí mismos, comunicar su abandono de violencia y dejar de ser controlado por estas organizaciones.

¿Qué futuro se imagina un joven que ingresa en una banda asesina?
Un terrorista sabe que lo único que le espera es la muerte o la cárcel.
¿Y de qué sirve la cárcel?
Primero, la prisión frena al terrorista a hacer el mal. Pero, además, allí tiene tiempo para pensar. No hay que pensar que Eta está en la cárcel sino personas que pasan la noche solos con sus conciencias. En ese momento cuando necesitan que ese coraje que han usado para matar lo empleen ahora para encontrarse a sí mismos y liberarse de esa organización que les está controlando los pensamientos. Son doblemente presos: físicamente del Gobierno y también de una organización que no les permite pensar. Y para liberarse de ello es para lo que necesitan coraje.

Usted sí sacó fruto a la prisión, cuenta que allí se encontró con Jesucristo en la Eucaristía, la confesión y la lectura de los Evangelios. ¿Su arrepentimiento pasó por su encuentro con Cristo?

Yo tengo muchos amigos que se marcharon del IRA por su familia, por padecer problemas nerviosos, porque se fueron a otras organizaciones pero no se arrepintieron de su violencia. En cambio, yo era y soy católico, nacido en una familia creyente, educado en la fe en un colegio católico… Pero, al ver que el Ejército británico mataba a católicos pensé que tenía que luchar por mi gente y mi país. Y una vez dentro del IRA, veía imposible salir. Al cabo de un año, me dí cuenta de que matar estaba mal pero no podía parar hasta que fui arrestado. Y cuando me detuvieron fui feliz.

En la cárcel tuve tiempo de buscar a Dios, de buscarme a mí mismo. Pude estudiar los Derechos Humanos, también los de los presos. También aproveché la prisión para escribir cartas a mis víctimas. Pero lo más importante para mi fue saborear los cuatro Evangelios y frecuentar los sacramentos, la Eucaristía y, sobre todo, el sacramento de la Reconciliación.

30/12/08

Un joven que simpatiza con ETA tiene que inventarse al enemigo



Tatiana Rojas Brito y Miguel Pato (Periodista Digital, 29-12-2008)

Miembro activo del IRA en los años 70, fue juzgado y condenado en 1975 por terrorista. Durante su estancia en la cárcel reflexionó sobre el terror y las víctimas que causó “aquella lucha”. Ahora alza su voz, esta vez por la paz, con el libro “No más bombas” (Ed. Libros Libres).

“Botellas rotas bajo los pies de los niños. Cuerpos esparcidos a través de un callejón sin salida… Muchos han perdido, ¿pero dime quién ha ganado? Las trincheras cavadas en nuestros corazones”. Así suena “Sunday Bloddy Sunday” de U2, una que rememora el terrible Domingo Sangriento.

Shane Paul O’Doherty estuvo allí aquel día en el que murieron 13 personas a manos de la brigada paracaidista británica.

“Yo tenía 17 años e iba en una manifestación en defensa de los derechos humanos. Iba con un amigo mirando a las chicas y riendo. De repente tiros y caos. Eché a correr para salvar la vida aquel domingo”.

http://www.youtube.com/watch?v=2AdmGjaRTWc

En este círculo de violencia vivió Shane Paul durante su adolescencia. El asedio británico en las calles en busca de simpatizantes del IRA, la sensación de desamparo político y su juventud lo llevaron a acogerse al mensaje más radical de la banda terrorista.

“Los irlandeses éramos ciudadanos de segunda en nuestro propio país, una minoría localizada. No teníamos ni siquiera representación en el Parlamento. Todos nos preguntábamos quién defendería nuestra gente, nuestros vecindarios, nuestros guetos. Y el IRA dijo: nosotros os defenderemos”.

Shane Paul O’Doherty cuenta que durante los años que desarrolló actividades terroristas estaba cegado y creía firmemente en el uso de la violencia para defender su causa

“Los gobiernos y las iglesias creen en el concepto de ‘guerra justa’ y han empleado la violencia cuando lo han creído necesario. Nosotros no nos considerábamos terroristas. Éramos patriotas defendiendo nuestro país del opresor británico”.

Y es que muchos sectores de la comunidad norirlandesa apoyaban al IRA y veían como héroes a sus miembros

“Los católicos fueron obligados a vivir en extrema pobreza. Estaban rodeados del gobierno, de las fuerzas de policía y de los soldados de la armada británica protestante que atacaban las zonas católicas con pistolas y bombas.”

“La gente joven trataba de resistirse simplemente con piedras y cócteles molotov. La comunidad católica entera los enaltecía como héroes antes de que llegase el IRA: hombres de negocios, abogados, profesores… Todos los que vivían ahí se sentían seguros porque teníamos barricadas y personas heroicas que tiraban bombas”.
Pero no resolvieron nada con las armas y agravaron la situación de su comunidad. El sufrimiento y el dolor de los suyos y ajenos no les hacía ceder en su lucha armada a pesar de ver que no obtenían resultados

“Cualquier hombre que experimente la violencia, el sufrimiento y el horror en su comunidad quiere un final para esta situación. Pero desafortunadamente muchos son los orgullosos y extremistas que no quieren parar hasta ver beneficios. Es muy difícil volver a la comunidad diciendo: ‘La hemos fastidiado. Esta guerra estuvo mal y todo el dolor y el sufrimiento no sirvieron para nada’. Conlleva un coraje muy especial para el líder el parar la guerra”

Ahora el ex terrorista mira atrás y se arrepiente de no haber agotado la vía política antes de coger las armas para lograr derechos para Irlanda del Norte

“Nos precipitamos a la guerra antes de probar medidas pacíficas, política activista, política apasionada. Fuimos a la guerra primero y luego nos rascábamos la cabeza pensando: ¡Mierda, quizá deberíamos haber probado la vía política! Todavía tenemos fronteras y reglas británicas pero ahora los católicos tienen ahora la mitad del poder. Lo terrible para mí y para las personas que estuvieron 14 o 15 años en la cárcel es que podríamos haber obtenido todas estas cosas a través de medidas democráticas”.

Este mensaje es el que quiere transmitir con su libro y pretende llegar a los jóvenes en riesgo de ser atraídos por grupos parecidos al IRA

“El libro intenta decirles a los jóvenes: no hagáis lo que yo he hecho. No vayáis donde yo he ido porque eso supone muchos problemas para todo el mundo. Mi problema fue que, cuando escapé porque me perseguía la armada británica y la policía por las bombas de Londres, ya no tenía opciones, ya no podía volver atrás. Mi deseo es que mi libro sea leído sobre todo en el norte de España, en el País Vasco”.

Shane Paul O’Doherty siente España como su segunda casa y ve diversas similitudes entre el País Vasco e Irlanda del Norte, con algunos matices:

“Un joven vasco no ve a soldados españoles en la calle con sus pistolas apuntándoles a la cara: es muy diferente. De hecho tiene que inventarse al enemigo. Pero en España pasa ahora como pasaba entonces en mi país: el catolicismo se está derrumbando y existe una polarización de los partidos políticos. Soy un turista político.”

19/12/08

Ponía bombas en Londres y sabía que eso no llevaba a ningún lugar


Por Alfredo Urdaci, publicado en La Gaceta el 15 de diciembre de 2008
Shane Paul O'Doherty, terrorista arrepentido del IRA.

El hombre que gesticula y sonríe frente a mí aterrorizó a Londres durante meses con sus cartas bomba. En 1975 fue juzgado y condenado. Pasó 14 años en la cárcel. En ese tiempo redescubrió la fe, se arrepintió y escribió cartas de perdón. En el 89 salió de prisión.

Estudió Filología, Teología y Filosofía. Habla como un torrente, ríe, mueve las manos y dispara chistes sobre ingleses. Ha vivido en Irlanda, en Estados Unidos, en Suecia, y en la cárcel. En prisión se liberó. En No más bombas (Libroslibres) relata su vida.

¿Por qué entró en el IRA?
Fue con 15 años. En mi casa nunca se habló del problema irlandés. Fue en la escuela. La historia sólo hablaba de los héroes, de los mártires, de violencia.

Así que usted se dedicó al terrorismo.
No entendía cómo a unos kilómetros de mi casa los irlandeses tenían libertad y nosotros no. Desde nuestra ventana se veía la Irlanda libre. Nos educaron para la violencia.

Hoy está liberado de ese odio.
Yo crecí internamente en la cárcel. La lección más extraña de mi vida es que después de haber luchado contra ellos, una vez cumples la condena, los ingleses te dejan en paz. Y eso no pasa en otros países.

Pues les dejó usted amargos recuerdos.
Hoy voy a Londres a menudo y me muevo con facilidad. Cuando vuelvo a Irlanda les digo lo respetuosos que son los británicos y no les gusta.

¿Cuándo se dio cuenta de que el camino del terrorismo era un callejón ciego?
Cuando ponía bombas en Londres ya sabía que aquello no llevaba a ningún lugar.

¿Y en prisión?
Mire, en prisión no tienes otra opción que ser honesto. Mandé una carta al periódico del IRA con mis reflexiones. No la quisieron publicar. Se la mandé al obispo y la hizo pública.

Y estalló.
Todos sabíamos que la violencia no llevaba a nada, pero estaba el honor, y por eso nadie quería reconocerlo. Cuando estás en la cárcel te dicen que no aceptes nada del enemigo. Yo fui el primero que optó por la educación.

Eso le condenó a la soledad.
Necesitaba la libertad de pensar por mí mismo. Tenía que luchar contra una organización que me dominaba. En la cárcel encontré mi liberación personal. Es como la historia de Yoyes.

¿La conoce?
Claro. Yoyes demuestra el miedo que tienen las organizaciones terroristas a que sus miembros piensen por sí mismos.

¿Y cómo se sale?
La misma pasión que pones en la violencia la tienes que poner en una liberación personal. La gran pregunta es ¿ha merecido la pena tanto dolor, tanta gente en prisión, tantos muertos?

Esa es una pregunta con respuesta incluida.
Muchas veces me miro al espejo y pienso que la huella que dejamos en el mundo es muy leve. Quiero que la mía sea lo mejor y más profunda posible.

En casa no le hablaron de armas, ni de odio y, sin embargo, usted eligió esa opción. Le pasará a otros.
Es que la escuela nos contó una historia de violencia, no nos hablaron de derechos humanos. Y no es posible ninguna cultura moderna que piense que matar es un deber.

18/12/08

Shane O'Doherty, otro 'pistolero' arrepentido

Del Blog del periodista Alfonso Basallo, Uranio Enriquecido. 16.12.08

Nadie lo diría al verle, con su aspecto rubicundo y bondadoso, como de leñador de cuento de los hermanos Grimm, pero Shane 0’Doherty estrenó la adolescencia fabricando y lanzando bombas en su Irlanda del Norte natal. Le pescaron durante una tregua, cuando él tenía 20 años y se pasó tres lustros entre rejas.
Lo más interesante de su libro No más bombas (Editorial LibrosLibres) es su evolución personal. Con 15 años (y el coco lavado por el IRA), creía que se podía arreglar el mundo, mediante la lucha armada. Con 53 años llama a las cosas por su nombre y afirma que la violencia no sólo no soluciona injusticias sino que genera otras nuevas. Pidió perdón a las víctimas y ahora va por ahí con su cruzada personal, desenmascarando las trampas del terrorismo, cuyas tripas conoce tan bien.
Todo eso me lo contó en una entrevista estremecedora. Con ese nombre –Shane- de pistolero de cine que arrastra la carga de un terrible pasado.
O’Doherty tuvo la oportunidad de cambiar en la cárcel. Como llega a decir en el libro, “en las entrañas del sistema penitenciario”, aislado y desnudo en una celda de castigo, se sintió el ser más libre de la tierra. Libre para encontrarse consigo mismo, libre para reflexionar sobre el mal, libre de la vorágine hipnótica de la violencia, libre de esa otra cárcel mucho más ominosa que es una banda terrorista.
Impresiona verle contar cómo perdió el escaso idealismo que le quedaba cuando avisaba a las víctimas antes de lanzar bombas. Se aferraba a ese atisbo de inocencia como a un clavo ardiendo… pero los jefes del IRA le insistían en que se dejara de tonterías y O’Doherty dejó de avisar antes de atacar.
“Los ejércitos terroristas, ya sea ETA, IRA, antes las Brigadas Rojas… están llenos de adolescentes que no piensan, son las tropas de las que se nutren las bandas” me decía.
Hablamos de los etarras, esos rostros cerrados y cerriles, como Ternera, Txeroki o Iriondo. El irlandés cree que hasta ellos pueden cambiar. Hasta que uno no conoce a alguien como Shane 0’Doherty no cree que tal cosa sea posible. ¿Lo es?
También hablamos del infierno personal de cada terrorista. 0’Doherty dice que es un como ir montado a lomos de un huracán que te lleva y que no puedes gobernar. Primero con euforia quinceañera (“sentí la embriaguez de las bombas”), después con vértigo, con rutina. Y siempre sin pensar. “No piensas, actúas”.
Tampoco falta el miedo. Eso explica, dice 0’Doherty, que un etarra se orine en los pantalones cuando le pilla la poli, como le ocurrió a Iriondo la semana pasada. Pero, matiza, es gente entrenada y endurecida, acostumbrada a la muerte, la sangre y el fuego.
Ahora que ZP y sus correveidiles vascos –Eguiguren- vuelven a las andadas y se replantean la negociación con ETA, le pregunto por las comparaciones Ulster-País Vasco. Es importante oírselo a un ex terrorista del IRA, no a un tertuliano de 59 segundos o a un columnista de El País:
“No son en absoluto comparables, ni históricamente, ni políticamente, ni geográficamente (Irlanda del Norte no es Inglaterra, y el País Vasco sí es España). Tampoco son comparables IRA y ETA. El primer IRA fue un ejército que luchó a comienzos del siglo XX por la independencia de Irlanda, ocupada por una potencia extranjera. ETA es un grupo terrorista, de raíz marxista-leninista. Lo cual resulta, por cierto, una absurda reliquia, tras la Caída del Muro y el fin del bloque soviético”.
Conviene recordarlo. Porque en los próximos meses, nos meterán la odiosa comparación hasta en la sopa.

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