23/3/10

Belén Palancar. La Gaceta, 31 de enero de 2010, Madrid

“Nadie puede negociar con gente que está dispuesta a matar a inocentes”

Shane O’Doherty, el ex terrorista del IRA que pidió perdón

Dice que la sombra de su pasado como terrorista aún le persigue. Tras pasar 14 años entre rejas y pedir perdón a sus vícti­mas, Shane O’Doherty confiesa que aun así lleva­rá el letrero de asesino cargando en su espalda toda su vida. Pero él ase­gura que aunque no lo pueda borrar, su fe y su acercamiento a Dios le cambiaron la vida.
Shane escribió un libro, No más bombas, en el que cuenta cómo la cárcel le ayudó a quitarse la venda y a comprender que “la vio­lencia no tiene ninguna jus­tificación y mientras los terroristas no se den cuen­ta de ello, no hay nada que hacer”. Algo que según el ex revolucionario, todos los Gobiernos deberían tener en cuenta.


-Hace un mes un policía del Ulster resultó herido a causa de una bomba. El año pasado dos soldados británicos murieron a manos de unos disiden­tes del IRA. Algunos expertos puntualizan que el final de esta orga­nización terrorista en Irlanda del Norte no está escrito. ¿Comparte usted esta opinión?
-El 95% del IRA abando­nó completamente la gue­rra y dejó las armas en 2005. Esto fue un autén­tico milagro, pero sucedió en un momento en el que la banda terrorista ya no contaba con el mismo res­paldo. La mayoría de católicos estaban de acuerdo en acabar con la tragedia gracias al impor­tante papel de la Iglesia católica. Se apoyó la vía democrática y el Sinn Fein consiguió una mayor representación en el Par­lamento. Ahora la pobla­ción aplaude las decisio­nes tomadas por el parti­do que cuenta ya con 24 diputados en la Asam­blea. Por eso, los que apo­yan a esa minoría de disi­dentes son casi invisibles; son muy pocos y carecen de respaldo.


-¿Qué fue clave para dicho cambio?
-Sin duda, la actitud de la gente. La comunidad internacional ha cambia­do y la policía ha ayudado a restablecer la paz. Yo vivo en Dublín, pero cuando viajo por mi país me doy cuenta de que muchos de estos disiden­tes no provienen de Irlan­da del Norte, si no de pequeños pueblos de la República. Allí ha latido durante décadas, (y toda­vía continúa), un senti­miento de guerra y de invasión británica que prosigue debido a que muchos viven aislados y a que sólo cuentan con la visión de la generación de sus padres y abuelos. Hay una clara división entre las ciudades, (las zonas industrializadas), con una visión moder­na, y la zona rural, con una postura más tradi­cional. Me duele que estas personas mayores piensen así, y que fomen­ten el desarrollo de otra guerra civil. Estas mis­mas personas siguen recolectando dinero para los prisioneros de las cárceles, pero ya no obtienen ningún tipo de apoyo, ni de respaldo de los Gobiernos.


"No recibí amenazas por salirme, pero mis colegas me vigilaban"

-El libro le ha servido a usted para pedir perdón por sus acciones dentro del IRA y para relatar su historia. Fue en la cárcel donde empezó a sentir esa necesidad, ¿por qué?
-Es complicado de expli­car. Después de salir de la cárcel mucha gente, fami­liares y periodistas, inten­taban contactar conmigo para que les contase mi historia. En ese momento me estaba leyendo Por quién doblan las campa­nas de Ernest Hemingway y pensé que tenía una his­toria similar, lo que me motivó para escribir la mía propia. Cuando me aden­tré en el IRA, era un joven lleno de fuerza y de pasión, donde todo me parecía muy simple; todo era blanco o negro. La verdadera cara de la violencia es solo una y no tiene salida: la muerte o la cárcel. Yo fui un afortunado que sobrevivió y que en la cárcel maduró y aprendió los valores humanos gracias al catolicismo, que me ense­ñó a seguir mi conciencia promoviendo la paz. En cuanto te paras a pensar comprendes lo que has hecho mal y todo el dolor que has causado a gente ino­cente. Fue muy difícil ese cambio en la cárcel, con mis compañeros al lado que me vigilaban, pero la Iglesia se acercó a esos líderes terro­ristas para hacerles entrar en razón.



-¿Sufrió algún tipo de amenaza por ese deseo de querer dejar la orga­nización terrorista?
-No, la verdad es que no. El IRA, durante toda su historia, ha visto a cientos de personas entrar y a cientos de personas salir, algo que en España no podría ser porque te ame­nazan de muerte. Nuestra tradición es distinta; pue­des sobrevivir. En ese momento yo intentaba acercar a la organización con la Iglesia para llegar a un acuerdo de paz.


-¿Cree usted que otros compañeros suyos tam­bién estaban dispuestos a pedir perdón y salir del IRA?
-Estoy convencido. Cuan­do yo escribí mis cartas en las que pedía perdón a las víctimas, muchos de mis ex compañeros, que tam­bién estaban en prisión, me decían: “Shane, cuan­do no pedías perdón esta­bas loco. Ahora que lo pides, mucho más”. El declararse culpable y pedir perdón era algo inconcebible, y más aún si ésto se hacía público. Por ese temor, muchos no se atrevían a dar el paso. Era más fácil no decir nada.


-Muchas de las víctimas critican que su perdón estaba dentro de una auténtica provocación. ¿Qué les diría?
-Es muy difícil perdonar un dolor tan grande que no tiene vuelta atrás. El Gobierno no nos creía ni los medios de comunica­ción ni la mayoría de las víctimas, aunque milagro­samente tengo que decir que algunas sí lo hicieron. Quiero confesar que nunca se pide perdón por las víc­timas, ni siquiera por uno mismo. Tú pides perdón por tu fe, por tus valores, por Dios, en mi caso. De alguna manera, no impor­ta lo que las víctimas digan. Me reencontré con unos valores que me lleva­ron a hacer lo correcto.





-¿Fue su fe entonces lo que le llevó a pedirles perdón?
-Sí, sí, seguro. Yo sabía que esto no me iba a traer más amigos y que mucha gente no me iba a creer, es un gran coste. Es muy fácil condenar al hijo pródigo y después no escuchar más.


"En algunas zonas rurales se sigue pidiendo dinero para los prisioneros"

-¿Cómo estaba organi­zada la banda?
-Era una gran organiza­ción con contactos en América y fuera del país, pero era difícil mantener una línea común. Había diferencias entre unas zonas y otras, como entre la ciudad y el campo. Algu­nas personas estaban a favor de matar y poner bombas sin ningún tipo de aviso, y otras en cambio no lo estaban. Diferentes ten­dencias e ideologías, algu­nos comunistas, otros socialistas. La verdad es que fue un auténtico mila­gro llegar a una paz común. Había días en los que nos despertábamos y las noticias contaban que había habido un nuevo atentado del IRA. Noso­tros desconocíamos quién había sido. Era una banda organizada, pero a la vez desorganizada como otras muchas. Nadie está com­pletamente seguro de lo que sucede. Fue un mila­gro que Adams y McGui­ness llegasen a reunificar al 95% de la organización y les obligasen a dejar las armas.

-¿Cómo era la relación con sus padres? Usted relata en su libro que ellos desconocían su per­tenencia a la banda.
-Yo crecí en Derry, la segunda ciudad de Irlan­da del Norte después de Belfast, según se decía entonces “en el lado inco­rrecto”. Por eso, aunque mi padre siempre condenó la violencia, mantenía con él conversaciones sobre nuestra situación. Yo nunca entendí por qué nos teníamos que sentir infe­riores a los británicos. Su hermano mayor, mi tío George, luchó por la inde­pendencia del país y su imagen era la de un gran patriota. Yo era muy joven y me encantaba leer libros sobre aventuras y sobre la historia de Irlanda y de ahí desarrollé ese deseo para implicarme en la lucha. Estaba motivado e impre­sionado por el pasado de mi tío. Pero la diferencia con él era que yo ya vivía en una nueva época, una nueva era de respeto a los Derechos Humanos. Mi sueño no era real, pero a mí me parecía que había un uniforme preparado para mí. Muchas personas inocentes eran asesinadas, gente cercana.
-¿Pero usted nunca le comunicó a sus padres esa ambición que tenía?
-No, nunca les confesé que pensaba unirme a la organización. Pero sí mantuve interesantes conversaciones sobre por qué nos sentíamos ciuda­danos de segunda en el lugar en el que habíamos nacido. Ellos negaban con la cabeza y me decían que todo era muy complicado, más de lo que pensaba, porque había gente ino­cente muriendo a nuestro alrededor.

-¿Cómo es ahora la con­vivencia entre protes­tantes y católicos?
-Ahora, gracias a la demo­cracia, todo es diferente. No profesamos la misma religión, pero hay igual­dad y respeto. Algo que no fue fácil, pero que ahora existe.

-¿Qué opina del escán­dalo de la mujer del pri­mer ministro Robinson que le ha llevado a dejar su puesto durante seis semanas y que, según los analistas, podría acabar en una ruptura del Gobierno?
-Para los irlandeses fue un verdadero escándalo que al principio todo el mundo se resistía a creer. Durante las primeras semanas toda la población estaba expectan­te de lo que contaban sobre el caso pero ahora, para ser honesto, creo que forma parte de otra vieja noticia ya olvidada.


"Ni ETA es el IRA ni Batasuna el Sinn Fein, son distintos"

-¿Por qué al etarra vasco De Juana Chaos se le trató como a un verdadero héroe en Belfast?
-No creo que “héroe” sea el calificativo exacto para des­cribir el recibimiento. De hecho, hay que tener en cuenta que en ese momen­to el Sinn Fein buscaba algún tipo de reconoci­miento y de éxito interna­cional para llegar hasta el conflicto vasco. Pensaron quizás que podrían influenciar a este hombre y crear similitudes, pero son casos muy diferentes. ETAno es el IRA, ni Bata­suna, en su tiempo, el Sinn Fein. Y ahora, este hombre permanece apartado en el olvido.

-¿Qué le diría al Gobier­no español?
-Esto es exactamente lo que le diría: no tengo nada que decirle, nada. Es importante para ETAsaber que el mundo cambió con el 11S; ya no hay cabida para la violencia, es una pérdida de tiempo que no lleva a ninguna parte. Una lección que debería apren­der el Ejecutivo español es que la única solución está en que la banda armada de ETAdeje de un lado las armas, si no, no deben hacer nada. No hay otra salida. Es un tema que tiene que ver con el respeto a las personas y a la demo­cracia. Nadie puede nego­ciar con gente que se encuentra preparada para matar inocentes.

-¿Cree que un acuerdo como el del Viernes Santo sucederá en España?
-Hasta que no se tengan las ideas claras, me temo que no. Hasta que no se escuche a la sociedad vasca y los líderes de ETA se topen de bruces con la rea­lidad y maduren, no creo que suceda.

-¿Cómo es su vida ahora?
-Vivo en Dublín, donde trabajo y estudio, pero la sombra de mi pasado me persigue, sobre todo cuan­do viajo y noto que me miran. No sé si podré olvi­dar mi pasado algún día y despejar esta carga. No obstante, cada día me levanto pensando que puedo seguir adelante.


Con 10 años empezó su lucha, con 15 entró en la banda y con 19 fue arrestado

“Le envié una carta bomba al primer ministro”

“Envié varias cartas bomba, una de ellas a la residencia del pri­mer ministro británico, lo que me convirtió en el hombre más buscado de Gran Bretaña”. Éste era Shane O’ Doherty. Un niño de familia católica de Derry que con tan sólo 10 años fue capaz de escribir en su diario lo siguiente: “Cuando sea mayor quiero lu­char y si es necesario morir por la libertad de Irlanda”.
Y así de claro lo tenía, que tan sólo cinco años después, durante los cuales no paró hasta encontrar a sus ‘ídolos’ terroristas, acudien­do a sus reuniones clandestinas. Luego entró a formar parte de la organización criminal coinvirtiéndose en el líder del Comando de Artefactos. A los 17 fue testigo di­recto del Domingo Sangriento y aseguró que su único objetivo en la vida era “vivir para la lucha ar­mada y para el IRA”. Hirió a varios civiles con sus bombas, a los que finalmente terminaría pidiendo perdón públicamente mediante cartas. Muchas de las víctimas le rechazaron, e incluso se enfada­ron aún más porque aseguraron que se trataba de una auténtica provocación, “sin ninguna vali­dez, y sin ningún sentido”.

“Cuando sea mayor quiero luchar o morir por nuestra libertad”

En el año 1975, con 19 años, fue apresado en su propia casa, desarmado, bajo la atenta mira­da de su madre, que no entendía por qué los agentes detenían a su querido hijo. Sus padres des­conocían que era un terrorista. El arresto se produjo durante un alto el fuego de la organización y Shane, después de recibir una sentencia de 30 cadenas perpe­tuas, cumplió una condena de 14 años entre rejas. Fueron esos años encerrado en la cárcel lo que verdaderamente cambió su vida. Allí conoció a varios sacer­dotes que le ayudaron en su ca­mino a la conversión y a la me­ditación. En su celda se pasaba los días pensando y leyendo la Biblia; él subraya que no sabe muy bien por qué. En su libro Shane apunta que fue durante su condena cuando afirmó que “como ya sabía hacer la guerra quería aprender a hacer la paz”. Así, el ex terrorista señala que cuando era joven se involucró tanto en el terrorismo que” ni siquiera hubiera podido decir lo que ocurría políticamente en Irlanda del Norte o en el mundo en general”.

Belén Palancar

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