23/11/08

Irene Villa entrevista a Shane O'Doherty

El terrorista que pidió perdón (La Razón - Irene Villa, 9-XI-2008)

Shane O'Doherty fue el primer militante del IRA que se arrepintió en público de sus actos. Con motivo de la publicación de sus memorias, Irene Villa se reunió con él. Esta es la crónica de un emotivo encuentro.

Siempre me había preguntado qué piensa un terrorista cuando coloca una bomba con la certeza de que acabará con vidas humanas o dejará mutilados cuerpos de personas a las que ni siquiera conoce, ni tendrá quizá la oportunidad de decirles que no tenía nada contra ellas. Ayer tuve la ocasión de conocer a Shane O'Doherty, un exterrorista del IRA arrepentido, el primero que pidió perdón a sus víctimas. Es una lástima que esto no sea lo habitual, porque esta actitud ahorra pasos necesarios en el a veces demasiado duro camino del perdón. Personas tan cercanas a mí como mi padre o mi hermana reconocen: «Nosotros ni perdonamos ni olvidamos». Pero optar por el perdón es mucho más beneficioso. Y no precisamente por quitar un peso de encima a quien causó el daño, sino por uno mismo.

Me cuenta Shane, magnífico y claro orador, los problemas que tuvo por decir «perdón», palabra prohibida en cualquier organización terrorista junto a «culpable». Y asegura que otros terroristas quieren dar el paso, pero no se atreven. «¿En serio?», me digo. Una parte de mí se queda satisfecha: puede que Shane no sea un caso aislado, que otros también hayan «despertado». Sin embargo, me preocupa que les falte valor para afrontar que, por muy noble que sea una causa, si los medios no lo son, cualquier atisbo de altruismo se desvanece. Esto es lo que Shane le diría a los terroristas de ETA. También les pediría que se den cuenta de que sus jefes les impiden ver la realidad en su conjunto, como si formasen parte de una secta. Y, lo que es más grave aún, les convierten en asesinos.

Me consuela que Shane asegure que quienes ponen una bomba no piensan en las víctimas ni en el dolor que esparcirá por tiempo indefinido. Sólo les preocupa «ser un patriota y un héroe». Además, reconoce que el detonante que convierte a un ciudadano en terrorista es el patriotismo llevado al extremo. Pero que si hubiera sabido que al cabo de los años nadie reconocería sus «actos por la libertad», jamás habría ingresado en una banda terrorista. ETA: aplícate el cuento.

Libertad en prisión
Shane O'Doherty reconoce que la causa de libertad y el patriotismo suponía una responsabilidad que no entiende ni de dolor ajeno ni de víctimas. Pero fue en prisión donde, según me dice, uno empieza a pensar por sí mismo. Ya no tenía que preocuparse por salvar su vida y tomó conciencia del gran error en el que vivía. «¿La cárcel sirve de algo?», me pregunto. Y le explico que las víctimas queremos justicia, pero que no estoy segura de que se cumpla esa añorada reinserción.

Desde luego, en su caso la cárcel sí que sirvió para algo. Me alegra saber que, al igual que yo me he puesto en la piel de un terrorista en alguna ocasión, ellos puedan llegar a empatizar con la otra parte, la que vive marcada de por vida por la violencia, la que jamás entenderá qué tendrá que ver su dolor, su hijo asesinado o su madre mutilada con la libertad.

Sorprende lo que pensó Shane la primera vez que disparó a un soldado británico: «Me alegré de que no estuviera herido de gravedad, porque le había mirado a los ojos y había visto a un ser humano detrás del visor, el rifle y el uniforme», escribe en «No más bombas» (Libros Libres), un tomo de memorias que se pone a la venta este martes en el que relata su paso por el IRA y cómo se dio cuenta de las atrocidades que había cometido.


¿Se plantearán esto alguna vez los pistoleros de ETA? No creo, porque me viene a la mente el doble asesinato de Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascensión, acribillada a tiros mientras lloraba en el suelo, con el cuerpo inerte y ensangrentado de su esposo entre sus brazos. Si en ese momento no vieron un ser humano, dudo que lo vean detrás de un uniforme.

ETA mata sin un enemigo definido en contra. Mientras, Shane escribe: «Veía a las fuerzas británicas como terroristas en mi país, asesinando a mi gente, y sentía la violencia contra ellos como un imperativo moral». Por supuesto que no hay nada que justifique una muerte, pero deben tenerse en cuenta los distintos escenarios antes de atreverse a encontrar similitudes entre ETA y el IRA.

Migrañas terribles
Aunque he perdonado, tengo que admitir que conocer algunas experiencias de Shane con los explosivos me han dado cierta tranquilidad en lo que a mi sentido de justicia se refiere. Hablo de las «migrañas terribles, con un zumbido increíble, producidas por los fuertes vapores, como de mazapán, de la gelignita (...) Esos dolores de cabeza producidos por la nitroglicerina me duraban horas». Creo que es justo que quien trabaje para hacer daño tenga que pagar un precio. Otros han muerto a causa de sus propias bombas. Shane tuvo más suerte: «sólo» se lesionó un ojo manipulando una carta bomba.

La dignidad de la democracia
Dar tanto a un grupo terrorista hace pensar que sus vidas ya no tienen sentido fuera de su banda. Es como si hubieran vendido su alma, como si no hubiese vuelta atrás. Por eso la derrota del terrorismo, único objetivo digno de una democracia, es tan ardua. Comprendo perfectamente a esos miembros de una organización terrorista que se niegan a admitir que han perdido. Que tanta dedicación a su «causa» ha sido en vano. Que no valía la pena invertir tanto esfuerzo, esparcir tanto dolor y malgastar tanto tiempo. Pero como dice Shane: «La única lucha política con la que merece la pena comprometerse es aquella que ofrece un respeto incondicional por los derechos y la vida de toda persona». Ojalá todos acaben aprendiendo esta lección.

Siempre me ha parecido incongruente luchar por la libertad arrebatándosela a otras personas. Más aún, cuando esas personas no tienen nada que ver con «su lucha». Lo difícil es, como Shane señala, cambiar la vía de los asesinatos por cualquier otra , porque significa olvidar todo aquello por lo que sus compañeros han luchado y han muerto. Por este motivo, precisamente, se ve tan lejano el fin del terrorismo. Pero si él lo hizo, ¿por qué vamos a perder la esperanza de que otros sigan su ejemplo?
Irene Villa

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