Por Rogelio Alonso, publicado en abc.es el 15 de marzo de 2009
El 4 de noviembre de 1993 el órgano oficioso del IRA y del Sinn Fein, el semanario An Phoblacht, publicó una reseña del libro que Shane Paul O'Doherty, antiguo miembro de la organización terrorista norirlandesa, acababa de publicar. Todavía conservo con subrayados aquel texto junto al libro de O'Doherty, también con notas en los márgenes. De aquella primera lectura de The Volunteer (El voluntario) me sorprendió la franqueza de un hombre nacido en 1955 que, tras permanecer catorce años en prisión por sus crímenes al servicio de la banda, reconocía el terrible error de sus acciones terroristas.
Después de abandonar la cárcel en 1989, O'Doherty escribió un relato valiente, uno de los pocos en los que antiguos activistas reconocerían la equivocación que el terrorismo supuso, así como sus negativas consecuencias personales y para la sociedad. La crítica de An Phoblacht despreciaba el punto de vista del antiguo militante, justificando una violencia que O'Doherty había deslegitimado con solidez, aportando un referente para otros terroristas que también abandonarían el terrorismo como Eamon Collins (Killing Rage) y Sean O'Callaghan (The Informer). En 2005 se publicaron en España las memorias de Gerry Adams, un aburrido libro de ficción repleto de mentiras que engañaba sobre los verdaderos motivos que llevaron al IRA a interrumpir su campaña terrorista.
Firmes argumentos. Este panfleto justificaba la violencia que O'Doherty tan coherentemente había condenado y desarmado con sus firmes argumentos. Sin embargo, en nuestro país Adams era presentado por los medios de comunicación como un héroe, como el valiente y carismático arquitecto de la «paz» en Irlanda del Norte. Frente a la prostitución de la historia que esa narrativa carente de rigor histórico representaba, y frente a la peligrosa glorificación de la violencia que el ensalzamiento del líder terrorista implicaba, el relato de O'Doherty ofrece una versión honrada y certera de las causas y consecuencias de una violencia injustificable y contraproducente.
Esta es una de las razones por la que resulta tan oportuna y acertada la publicación en España del libro de O'Doherty. Su traducción al castellano aporta enriquecedoras lecciones para entender cómo el idealismo y la inmadurez propios de la juventud, junto a la manipulación ideológica, pueden empujar a la violencia a muchos adolescentes en coyunturas políticas y sociales determinadas. Si bien O'Doherty nos relata su experiencia en el contexto norirlandés, las pautas de comportamiento que emergen en su biografía ofrecen claves para interpretar la radicalización de otros individuos que hoy siguen recurriendo al terrorismo en nombre de ideales asociados al islamismo o al nacionalismo.
El libro describe la implicación de O'Doherty en la organización terrorista a una temprana edad, sus contradictorios sentimientos y la ausencia de escrúpulos del IRA para utilizar niños en sus fines criminales a pesar de su edad. La detallada descripción de sus años de activismo puede parecer tediosa, pero a través de ella se revelan interesantes conclusiones. Nos muestra el contraste entre la adhesión fanática a sus convicciones, identificando el terrorismo como inevitable, frente al sentir contrario de la mayoría de la comunidad en la que O'Doherty creció.
Los ciudadanos que supuestamente debían ser «liberados» y «defendidos» por el IRA no compartían la simplista y errónea justificación de la violencia que la propaganda terrorista reproducía. Ni siquiera las objetivas injusticias que sobre la población católica se habían cometido justificaban, en opinión de la mayoría de sus integrantes, la violación de los derechos humanos de sus conciudadanos perpetradas por el IRA.
Crear injusticias. Son especialmente destacables los capítulos finales en los que O'Doherty concluye su proceso vital cuestionando su implicación en el terrorismo y reconociendo su responsabilidad con las víctimas: «No me importaban los derechos humanos de aquellos a los que lesionaba, pero era extremadamente delicado en lo que a los míos se refería. Al dañar a seres humanos no corregía ninguna injusticia, sino que creaba una nueva (?) Si alguna presunta causa pretende justificar el terrorismo, éste no puede hacer otra cosa que desacreditarla».
4/5/09
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